Fuente: Crónica.
Era la quinta versión de la Copa América, antiguamente llamada Campeonato Sudamericano, y se presentó una particularidad en cuanto a la lista de convocados de la Selección Brasileña al certamen: la nómina estaba conformada únicamente por futbolistas de no afrodescendientes.
El hecho resultaba curioso sabiendo que la multiculturalidad en este país era extendida, incluso hasta la fecha actual. Sin embargo, este acontecimiento tuvo que ver con algo más allá de lo futbolístico pasando a cuestiones políticas.
En el año de 1919, Epitácio Lindolfo da Silva Pessoa llegó a la presidencia de Brasil, con la característica de que este político no se sentía precisamente orgulloso de la variedad de etnias en el país, defendiendo de manera especial a la raza blanca por encima de las demás.
De cualquier manera, luego de disputar la Copa América de Chile en 1920, la selección ‘canarinha’ convocó a sus jugadores habituales, entre los cuales se hallaban múltiples afrodescendientes, para un compromiso de exhibición ante sus similares de Argentina en Buenos Aires.
Nota: Seleccionado de Brasil 1921. Fuente: Marca
A pesar de esto, se presentó una situación que despertaría la furia de varios futbolistas brasileños. Un medio de comunicación argentino llamado ‘Crítica’, el cual se distinguía por sus publicaciones controversiales y amarillistas, realizó una caricatura que hacía alusión a los jugadores de la ‘verde-amarela’.
Con el título “Monos en Buenos Aires. Un saludo a los Ilustres huéspedes”, la imagen que ilustraba a simios portando la remera de la Selección de Brasil desencadenó la renuncia de algunos futbolistas a disputar el compromiso amistoso que finalizó 7 a 7.
¿Qué paso en la Copa América de 1921 con los jugadores afrodescendientes de la selección brasileña?
Ante este hecho, para la Copa América de 1921 celebrada en Argentina, el entonces presidente de la nación Epitácio Pessoa tomó la decisión de emitir un decreto en el cual prohibía a los jugadores afrodescendientes ser incluidos en las filas de la escuadra ‘carioca’.
Brasil se presentó al Campeonato Sudamericano con una plantilla llena de deportistas no afrodescendientes, a pesar de que uno de sus máximas estrellas y mejores goleadores en la historia del equipo nacional, Arthur Friedenreich, era de "piel morena".
Su curso en este torneo no sería nada destacable, pues finalizó en el segundo lugar de la tabla de clasificación, sumando dos unidades en tres partidos; mientras que el equipo campeón fue la Selección Argentina con seis unidades.
Consecuentemente, los diferentes hinchas de la ‘canarinha’ alzaron sus voces en contra de las malas actuaciones y del veto del presidente, lo cual obligó a anular el decreto que había sido firmado unos años atrás.
Silencio ante el racismo.
Nota: en la foto Friedenreich. Fuente: Marca
En la mañana del partido, el 6 de octubre, al hotel de la selección brasileña llegaron ejemplares del diario argentino ‘Crónica’ de tres días antes (el partido se iba a jugar el 3, pero se aplazó por las lluvias). En el periódico aparecía una caricatura firmada por Antonio Palacio Zino en la que se veía a un grupo de primates vestidos con la equipación de Brasil y un artículo titulado ‘Monos en Buenos Aires. Un saludo a los Ilustres huéspedes’ cuyo contenido iba de la mano del dibujo.
El enfado entre los brasileños lo encabezó el capitán de la Seleçao, Augusto María Sisson, quien quiso convencer a sus compañeros de que la afrenta era de tal calibre que lo mejor era renunciar a jugar. En el seno de la delegación brasileña se produjo tal fractura que sólo siete jugadores decidieron presentarse en Barracas para jugar por respeto a la camiseta, al público que había pagado su entrada y, sobre todo, porque la recaudación era para un asilo de niños huérfanos.
El partido arrancó con 11 contra 11, pero con la camiseta de Brasil jugaba el jefe de la delegación Osvaldo Gomes (jugador ya retirado y autor del primer gol de la historia de Brasil, 20-7-1914 en el estadio de Laranjeiras) y cuatro argentinos para poder completar el equipo. Al darse cuenta la grada de lo que pasaba, arreciaron los insultos y comenzaron a caer objetos. Se decidió entonces que el partido se siguiera jugando y no tener que devolver el dinero por las entradas compradas, pero solo siete contra siete para respetar la integridad del equipo elegido por Brasil para el partido y que venía de la Copa América.
El encuentro, que para muchos no puede incluirse en la lista de oficiales, acabó con 3-1 para los argentinos. La crónica del Diario de Santa Fe era escueta: “Fue un match pobre, sin ninguna alternativa digna de mencionarse. Jugaron sólo siete jugadores por bando, siendo apedreados por la concurrencia”.
El equipo argentino lo formaron Tesoreri; Cortella, Bearzotti; Bruzonne, Calomino, Lucarelli y Echeverria. El brasileño: Ayrton; Constantino, Osvaldo Gomes; Kunzt (era el portero y jugó de centrocampista), Alvariza, Castelhano (que hizo el 0-1 en el primer minuto) y Joao. Al día siguiente, los argentinos organizaron varios actos de desagravio.
En Brasil, sin embargo, lo ocurrido pasó inadvertido. En el país sólo se hablaba de la visita oficial del Alberto I de Bélgica y nada se iba a contar que pudiera perjudicar la imagen del presidente Pessoa, que no andaba muy lejos de lo publicado en Argentina.
Sin embargo, un año después el presidente brasileño sí iba a utilizar lo publicado por Antonio Palacio Zino. La Copa América de 1921 se disputaba en Argentina. Pessoa, que debido a su cargo era también presidente de honor de la CBD (embrión de la CBF) dispuso que como en Argentina llamaron ‘monitos’ a los jugadores brasileños, “al campeonato no vayan más que jugadores que sean rigurosamente blancos”. La fina pluma del mulato Lima Barreto aguijoneó al presidente: “Acostumbrado a resolver graves temas como el color de los pantalones de los invitados en las recepciones decidió que no estuviera estos jugadores para que ahí afuera no supieran que en Brasil tenemos este estiércol humano”. Hay que señalar que Lima era un enemigo mortal del fútbol, al que veía no como un deporte y sí como un vehículo de explotación social y racial.
Para 1922 los resultados deportivos revertieron la decisiòn de Epitácio Pessoa.
Con el regreso de los jugadores afrodescendientes a la Selección Brasileña, se llevó a cabo una nueva Copa América en 1922 teniendo como anfitrión a la misma escuadra ‘verde-amarela’. En esta edición del torneo continental, los locales superaron al conjunto de Paraguay en una final que tuvo como marcador definitivo un 3 por 0 en favor del elenco ‘carioca’.
Sin su primera gran estrella, el mulato Arthur Friedenreich, la campeona fracasó al ganar 1-0 a Chile y perder 6-0 ante Uruguay y 2-0 con Argentina. Antes de regresar a su país, la delegación brasileña acordó disputar un partido amistoso contra Argentina en el campo de Barracas, en Buenos Aires.
Los dirigentes de la CBD lograron a duras penas convencer a Pessoa para que el seleccionador pudiera contar con jugadores afrodescendientes. Solventado ese problema, el ministro de Exteriores, Domício da Gama, tuvo que sentarse con el gobernador de Sao Paulo, Altino Arantes, para que los jugadores paulistas estuvieran en el torneo. De fondo, el eterno conflicto en la Federación entre cariocas y paulistas.
Aunque Friedenreich se lesionó en el primer partido, Brasil se proclamó campeón en un desempate ante Paraguay (3-0). La lesión del ‘Tigre’ Friedenreich (‘El Mulato de ojos verdes’) se convirtió en un escándalo al denunciar el jugador que la CBD no hizo nada para recuperarle y que él tuvo que pagarse todo el tratamiento.
Fuente: ACSUN, Marca.
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