Nota: Entrevista publicada en el País de España.
Si preguntas a Chimamanda Ngozi (Nigeria, 1977) cuándo se dio cuenta de que era feminista, te dirá que no hubo ninguna epifanía ni fecha marcada en el calendario, pero que si sirve de algo y para contextualizar, su activismo se empezó a gestar de niña.
Fue cuando, sin ni siquiera saber que existía una palabra que designaba la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, se asustó por el “¡así no se sienta una señorita!” que le gritó su tío, mientras esperaba repantingada a que se cocinasen unos cocos. “¿Por qué me hace sentirme mal por sentarme una silla?“, se dijo intrigada, sin entender por qué a los niños de su familia nadie les reprobaba acomodarse así sobre sus asientos y a ella sí. O como cuando buscó la lógica, sin éxito, a por qué los hombres nigerianos tenían el honor de escenificar el ritual de bienvenida a los invitados a sus casas, mientras las mujeres quedaban apartadas de él, mientras el resto del tiempo ellas se encargaban de todas las labores domésticas.
No encontrarán tecnicismos en el activismo de la autora de novelas como Americanah o La flor púrpura (todos sus títulos están editados por Random House Mondadori, con el primero se hizo con el prestigioso National Book Critics Circle Award) y de los ensayos Todos deberíamos ser feministas o Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo. Si algo explica su éxito global es que siempre conecta su relato oral a una historia personal. La vivencia, en su discurso, es mucho más clarificadora que cualquier enrevesado texto académico. Ngozi abarrotó el miércoles el CCCB de Barcelona, donde acudió a dar una charla sobre racismo, feminismo y literatura con la periodista Anna Guitart. Con las entradas agotadas desde julio, la escritora no defraudó a su ferviente legión de fans –en su amplia mayoría, mujeres, muchas de ellas entre la veintena y la treintena–. Allí aclaró que cada vez que un académico le reprocha haber dejado que Beyoncé usara su celebérrima charla TED en Flawless o que Dior estampe su lema en camisetas a casi 500 euros, ella responde que “el feminismo va sobre cambiar el mundo y llegar a la gente”. Que decir sí a Beyoncé “fue esperanzador” porque “la gente joven se ha preguntado qué dice esa letra”, que ahora “muchos hombres piensan en el género”y que llegar a la masa ayudó “a que mucha gente dijese, ‘oh, sí, definitivamente esto es un problema que existe en nuestra sociedad’“.
Fuente: ACSUN, Lic. Javier Díaz, El pais
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