El 15 de septiembre de 1963 tuvo lugar en Birmingham, Alabama, uno de los episodios más sangrientos e infames en la larga lucha por los derechos civiles. Ese día, en la Iglesia Baptista de la Calle 16, una bomba colocada por miembros del KKK mataba a cuatro niñas afroamericanas que se hallaban en su interior.
Sus nombres eran Denise McNair (de 11 años), Addie Mae Collins (14), Cynthia Wesley (14) y Carole Robertson (14). Además otras veinte personas resultaron heridas.
Birmingham, 15 de septiembre de 1963
Inocentes niñas que no mueren por casualidad.
El objetivo del ataque no era casual, pues esa iglesia era el centro organizador del movimiento por los derechos civiles en Birmingham, donde Martin Luther King y sus seguidores habían iniciado una serie de campañas de protesta contra la segregación racial. En esa época Birmingham era conocida como la Johannesburgo de América, por ser el epicentro de la lucha contra el racismo.
Como respuesta, las fuerzas reaccionarias blancas, incluyendo a la policía y los políticos, utilizaron la violencia para impedir el avance de los derechos civiles. Entre finales de la II Guerra Mundial y 1963, hubo más de 40 atentados con bombas en la ciudad. Dicen que en lugar de Birmingham la llamaban Bombingham...
La ley no era pareja para todos.
Y mientras el KKK convocaba marchas públicas sin que nadie les molestara, las manifestaciones de los afroamericanos eran reprimidas por la policía con perros y mangueras. Mirad, mirad...
Descubrir a los autores de la masacre de Birmingham no tenía gran dificultad, ya que en esa época los racistas se sabían con tal impunidad que no dudaban en alardear de sus actos violentos. Inmediatamente las autoridades identificaron a los sospechosos: cuatro klanistas llamados Robert Chambliss, Bobby Cherry, Herman Cash y Thomas Blanton.
Sin embargo pasarían décadas antes de que se hiciera mínimamente justicia. El FBI bajo la dirección de fascista y racista Edgar Hoover hizo todo lo posible para cerrar la investigación lo antes posible, cosa que hicieron en 1965 sin que ningun sospechoso fuera detenido.
Pero en 1971, el fiscal general de Alabama decidió reabrir el caso. En 1977 sería condenado uno de los terroristas, Robert Chambliss, quien falleció en la cárcel en 1985.
Bobby Frank Cherry y Thomas Blanton
Pasaron los años. En 1994 falleció otro de los implicados, Herman Cash. Por fin, en 2000 se pudo acusar formalmente a los otros dos: Bobby Cherry y Thomas Blanton. Blanton fue condenado en 2001 a cadena perpetua, y poco depués Cherry corriendo identica suerte. Cherry murió en la carcel en 2004, mientras que Blanton continuará en ella el resto de su vida. Para conseguir un poquito de justicia hubo que esperar casi cuatro décadas, y eso gracias a que muchas personas lucharon durante todos estos años para que no se olvidara el caso.
Tras la condena de Cherry, uno de los activistas dijo: "A los negros nos enfurece que no se pueda conseguir justicia. A ese hombre le permitieron vivir toda la vida antes de acusarlo. Es muy poco y muy tarde. Si hubieran matado a cuatro niños blancos, !pum! Lo hubieran condenado en un dos por tres"
En realidad, los cuatro asesinos no eran más que agentes al servicio de la estructura de poder racista que imperaba en el Sur. El propio gobernador de Alabama en 1963 era George Wallace, un político abiertamente racista y enemigo de la integración. Los actos de violencia terrorista eran instigados y alentados desde el poder, que además ofrecía impunidad, e incluso reconocimiento social, a los atacantes.
Fuente: ACSUN, Lic. Javier Dìaz.blogger.Keikai.
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