martes, 3 de septiembre de 2019

¿Qué es la sororidad? Afrofeminismo e interseccionalidad




El término sororidad proviene de la palabra inglesa “sisterhood”, utilizada en los años 70 por Kate Millet, referente del feminismo de la segunda ola y autora de Política sexual.

Años más tarde, la académica mexicana, Marcela Lagarde, utilizó la versión en español, sororidad, por primera vez desde una perspectiva feminista tras verlo en otros idiomas, “encontré este concepto y me apropié de él, lo ví en francés, ‘sororité’ y en ingles, ‘sisterhood'”, explica.

Lagarde la define como “una forma cómplice de actuar entre mujeres” y considera que es “una propuesta política” para que las mujeres se alíen, trabajen juntas y encabecen los movimientos. Como ella misma defiende, da igual cómo se diga, “lo importante es el desarrollo”.

La escritora estadounidense Kate Millett, conocida principalmente por su obra Política sexual y una de las principales referentes del feminismo radical de la segunda ola. El significado semántico de “hermandad de mujeres” (sister significa “hermana” en inglés) se mantuvo en la traducción a otras lenguas recurriendo al latín “soror” (sororité en francés, sorellanza en italiano, sororidad en castellano). 

No hay distinción entre las mujeres, ni de clase social u origen étnico en la sororidad.

Millett acuñó el nuevo término para nombrar la unión de todas las mujeres “sin hacer distinción de clases sociales u origen étnico” . El concepto se encuadraba dentro del contexto del denominado feminismo radical de los 70, que proclamaba la predominancia de la opresión de género en una escala de opresiones, al modo en que el obrerismo clásico había funcionado con respecto a la cuestión de clase. 

Esta idea se plasma de manera clara en el célebre lema “Women of the world, unite!”.

El intento más ambicioso de trasladar a la práctica organizativa este marco teórico fue la fundación, en 1966, de la National Organization of Women de los Estados Unidos, entre cuyas fundadoras encontramos a la propia Kate Millet o a Betty Friedan, autora del célebre libro La mística de la feminidad y figura central del feminismo liberal estadounidense. 

Desde el momento de su aparición, NOW demostró tener serios problemas para comprender y aceptar la no homogeneidad del sujeto mujer y el modo en que otras opresiones y situaciones de explotación interseccionan con la opresión de género. Por poner tan solo un par de ejemplos, no fue sino hasta cinco años después de su constitución que la organización reconoció la opresión específica vivida por las mujeres lesbianas, y son famosos los enfrentamientos públicos que miembros del colectivo STAR (Street Travestite Action Revolutionaries) mantuvieron con activistas de NOW por excluir a las mujeres trans de sus reuniones.

Criticas desde el feminismo negro a la sororidad en su primer etapa

La respuesta mejor organizada a los postulados de NOW vino, sin embargo, por parte de las feministas negro. En 1984 Hazel V. Carby, historiadora feminista y activista afroamericana, publicaba un artículo titulado “White women, listen! Black feminism and the boundaries of sisterhood” en el que criticaba el concepto teorizado por Millet y desmontaba la pretensión de universalidad de los principales conceptos de análisis feminista (patriarcado, familia, reproducción), demostrando su inutilidad para comprender e interpretar la vida de las mujeres negras .

La mexicana Lagarde desde el latinoamericanismo retoma el termino sororidad.

La recuperación de la idea de “sororidad” por el movimiento feminista más reciente no bebe directamente de Kate Millett y el feminismo radical de los 70, sino que busca referenciarse conceptualmente en los feminismos comunitarios latinoamericanos y en la redefinición del término realizada por la antropóloga Marcela Lagarde. Lagarde define la sororidad como “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario” . 

Esta aproximación permite, en mayor medida que la de Millet, el uso emocional que los nuevos grupos activistas hacen del término.

Sigue siendo necesario, sin embargo, cuestionar la pretendida naturaleza dada de la hermandad entre mujeres: ¿la sentimos porque un cierto ser mujer universal nos conecta empáticamente logrando la identificación emocional de las unas con las otras? ¿O es quizá el resultado de procesos socialmente complejos que interaccionan con nuestro rol social (determinado fundamentalmente por el desempeño del trabajo reproductivo) y que afectan a distintos grupos de mujeres de manera diversa?

A comienzos de los 80's Temma Kaplan no encuentra respuestas en el feminismo y el marxismo clasico.

A comienzos de los años 80, durante el periodo de auge de la historiografía feminista y de la Historia de las Mujeres, la hispanista Temma Kaplan encontró que las explicaciones feministas y marxistas clásicas no le eran útiles para comprender los repertorios de acción colectiva adoptados por mujeres en determinados contextos de conflicto social. 

Apoyándose en varios ejemplos de la Barcelona de comienzos del siglo XX, Kaplan desarrolla un nuevo concepto, el de “conciencia femenina”, que hace referencia a la asunción por parte de las mujeres del deber de cumplir con su rol social. La conciencia femenina crea un sentimiento colectivo de derechos y obligaciones, fruto de la interiorización del papel de las mujeres en la división sexual del trabajo. El resultado es la identificación generalizada de las propias mujeres con el trabajo reproductivo que les ha sido asignado y la asunción colectiva del deber de preservar la vida.

La conciencia femenina se revela así en origen como una conciencia conservadora en tanto que no busca la transformación de la sociedad ni de las relaciones de género existentes sino la ejecución de las tareas que se derivan de estas. Al aceptar dichas tareas, sin embargo, las mujeres con conciencia femenina exigen los derechos que sus obligaciones llevan consigo, y el impulso colectivo necesario para asegurar estos derechos puede llegar a desarrollar una fuerza que acabe politizando las redes de relaciones de la vida cotidiana. Cuando parece que está en juego la supervivencia de la comunidad, las mujeres activan sus redes de relaciones para combatir a aquellos o aquello que creen que interfiere en su deber de conservar la vida como saben. Al colocar la necesidad humana por encima de otras exigencias sociales y políticas, y la vida por encima de la propiedad, los beneficios privados e incluso los derechos individuales, la conciencia femenina crea la visión de una sociedad que todavía no ha hecho su aparición. Es, por tanto, una conciencia de transición, con implicaciones políticas radicales y capaz de hacer dar saltos de conciencia a amplias capas de mujeres.

En el curso de la lucha por llevar a cabo el papel que la sociedad les ha encomendado, algunas mujeres chocan frontalmente con un sistema, el capitalista, que es radicalmente contrario al mantenimiento de la vida. Y es aquí cuando empieza a vislumbrarse el modo en que la conciencia femenina interacciona con la clase: son las mujeres de las clases subalternas las que más dificultades encuentran para mantener la vida y, por tanto, las que más a menudo se ven abocadas hacia repertorios de acción radicales. 

El recurso por parte de las clases altas a nodrizas, niñeras, amas de leche y otras figuras similares ha descargado históricamente a las mujeres pudientes de las responsabilidades del trabajo reproductivo y de cuidados, limitando considerablemente el desarrollo por su parte de una cierta conciencia femenina. El mercado privado actual de compra-venta de servicios, junto con las denominadas cadenas mundiales de cuidados, responsabilizan no a las mujeres como clase o grupo social homogéneo, sino a determinados sectores de mujeres, del mantenimiento global de la vida. Y son estos sectores, llevados a actuar de manera colectiva para lograr aquello que no podrían alcanzar mediante acciones individuales, los que se reconocen mutuamente como cómplices y aliados. De la conciencia femenina nace la sororidad: el cuidado y apoyo mutuo entre quienes asumen la responsabilidad de preservar la vida.

Afrofeminismo y otras sororidades.

En el feminismo ejercido por mujeres negras, afrofeminismo, no hay forma de hablar de sororidad (sisterhood) como ejercicio político ni como forma de relación, primero, porque no existe tal cosa como la sororidad negra, muy contrario al movimiento feminista blanco-centrado el cual tiene claro para qué es la sororidad donde nosotras no tenemos lugar, y segundo porque antes de intentar construir desde el ejercicio político, es necesario hablar de empatía entre nosotras, partiendo desde el reconocimiento de quién eres en primera persona, segundo, quienes son las mujeres del quilombo que te rodean y tercero para qué nombrarse desde el reconocimiento. Sin identidad no se existe. Sin identidad no hay herramientas para construir.

Ciertamente, vivir como mujeres negras en este sistema misógino, patriarcal y capitalista, el cual nos ha moldeado emocional y psicológicamente para ser enemigas históricas, sanar esta condición requiere un proceso unísono entre las de la diáspora, desprendido de la errada idea de ser mejores amigas, amarnos desde el amor romántico, la tensión sexual, el vínculo familiar y la igualdad en el discurso político. La construcción de una acción sorora lo único que requiere es reconocer que entre nosotras existen unas carencias, unas violencias y unos abandonos que necesitan ser sanados desde la relación entre todas a pesar de los desacuerdos. La sororidad negra emergente, no requiere de las migas que han caído al piso del feminismo blanco. La sororidad negra como punto de partida para la lucha de las mujeres negras, demanda ser conscientes de que no podemos ser sin que nuestras hermanas sean.

Afrofeminismo como herramienta

En este sentido, el afrofeminismo como herramienta política, establecida por mujeres y para mujeres que empatizan o no con este, debe permitir generar la base de una sororidad que abarque nuestras particularidades que claramente no dependen de un juicio de valor y que somos conscientes que tomará muchos años en que pueda tener un funcionamiento coherente y honesto donde todas y cada una de nosotras se halle. Si bien es cierto que históricamente hemos heredado de generación en generación unas heridas desde la vida que decidieron para nuestras ancestras: estereotipos, abusos, torturas, paradigmas, violaciones, violencia, cosificación, comercialización, sexualización, racismo, etcétera; intentar la sororidad nos permitirá sanar y aliviar un poco nuestra feminidad envenenada y desgastada en unas diferencias, desacuerdos y enemistades que no escogimos para nosotras, sino que nos fueron otorgadas y en silencio no pudimos más que aceptarlas.


"Mujeres negras hoy pueden decir que establecer espontáneamente o con un objetivo específico interacciones basadas en amistad, afecto, búsqueda del placer sexual, acompañamiento entre pares o desarrollo de los lazos familiares entre nosotras, nos ha permitido experimentar que no es posible coexistir sin nuestras hermanas y sin pretendernos una empatía y una sororidad." (Fares Montaño)


" Reconocer el camino y las diversas luchas que la otra ha vivido, es permitirse sanar y tejer a través de la mirada compasiva y en silencio porque muchas veces no se tienen las palabras precisas en el instante del suceso. Aprender a creerle a otra mujer negra es saber que coincidimos en alguna experiencia igual o parecida, positiva o negativa y por ser mujeres esto lo podemos usar para intentarnos una empatía y sororidad que nos permita avanzar."

Sin las mujeres negras no hay justicia social, mitigando la interseccionalidad

En resumen, dejar ver que factores como etnia, desigualdad económica, género, clase, orientación sexual, entre otros; generan múltiples y muchas más opresiones sobre mujeres negras, muestra que no es posible hablar de justicia social, derechos y empoderamiento de las mujeres negras desde lo individual sino desde la colectividad femenina. 

Por ello una sororidad negra debe establecerse como respuesta que mitigue la interseccionalidad que nos cobija, esto no quiere decir que las opresiones desaparezcan, esto quiere decir que actos sororos entre mujeres permite aliviar, sanar y organizar mucho mejor la defensa de la vida propia y de las demás.




Fuente: ACSUN, Lic. Javier Díaz, VientoSur, Africafundacion.

No hay comentarios: