lunes, 20 de julio de 2020

Phillis Wheatley primer mujer en editar un libro en Estados Unidos

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Fuente: Wikimedia Commons,Frontispicio del libro de Wheatley. Grabado atribuido a Scipio Moorhead

Esclavizadas hasta los 20 años, Wheatley escribió la primera obra publicada por una mujer —y poeta— afroamericana en lo que hoy es Estados Unidos. 

A los siete años, fue raptada de su tribu y vendida a traficantes, recibió el nombre Phillis, por la goleta —The Phillis— que la trajo de África a las colonias británicas de Norteamérica. Su apellido, como era tradición entonces, es el de la familia de John Wheatley, próspero comerciante de Boston que compró a la niña como sirviente personal para su esposa.

Pronto le quedó claro a los Wheatley que Phillis tenía un talento y una sensibilidad singulares. La eximieron de labores domésticas, y aprendió a leer y escribir inglés. En cosa de años ya leía la Biblia, después estudió griego y latín, y leyó a Virgilio, Horacio, Ovidio, Pope y Milton. Wheatley escribió sobre todo en heroic couplets, pareados heroicos, pentámetros yámbicos, modalidad inicialmente barroca que alcanzó perfección neoclásica en Inglaterra con Dryden y Pope.

Como la familia que le dio apellido, Phillis se hizo protestante. Su poesía refleja precisamente una intensa convicción cristiana, pero a través de la simbología politeísta y de la poesía grecolatinas se conecta con pulsiones paganas, de hierofante, y con las religiones solares de su África natal. Testigo del tumulto revolucionario de su país, sus críticas al sistema político colonial fueron sutiles. En el poema de su viaje de África a América parece incluso alabar la esclavitud que la llevó a la revelación del cristianismo, aunque en los últimos versos proclama la igualdad de todas las razas. En otros poemas sí criticó la esclavitud con más vehemencia.

Su obra sería admirada por George Washington, con quien intercambió cartas, y llegó a ser celebrada por Voltaire. Viajó a Inglaterra con un hijo de Wheatley, y la Condesa Selina Hastings patrocinó la publicación de su único libro, Poemas sobre varios temas, religiosos y morales (1773).A su regreso del viaje a Inglaterra, en 1733, fue emancipada. Tras un matrimonio turbulento y el encarcelamiento por deudas de su marido, perdió a dos hijos. Trabajó de lavandera para mantenerse. Murió desposeída el 5 de diciembre de 1784, a los 31 años.
Como es costumbre, le brindamos a nuestros lectores y lectoras pasajes de  la poesia de quien presentamos hoy en este posteo.

Un himno a la mañana

Atiendan mis cantos, siempre veneradas nueve,
Asístanme en mis labores y pulan mis melodías;
En suavísima unión vayan vertiendo las notas,
Pues brillante Aurora ahora reclama mi canción.

Salve Aurora, y los miles de colores
Que adornan tu progreso por los abovedados cielos:
Despierta la mañana, y amplia extiende sus rayos,
Sobre cada hoja juega el dulce céfiro;
Armónicas melodías reanuda la emplumada raza,
Danza el ojo brillante, y agita la pluma colorida.

Sombreadas arboledas, desplieguen su verde sombra
Para escudar a su poeta del quemante día;
Calíope despierta la sagrada lira,
Mientras tus bellas hermanas abanican el grato fuego:
Las enramadas, los vendavales, los cielos jaspeados
Con todas sus delicias ascienden en mi pecho.

¡Vean en el Este al ilustre rey del día!
Su fulgor ascendente espanta las sombras—
Pero ¡Oh! Siento demasiado fuertes sus fervientes rayos,
Y apenas comenzada, concluye la malograda canción.

§
Un himno al atardecer

En cuanto el sol dejó atrás el océano oriental
El trueno resonante sacudió la celeste planicie;
¡Grandeza majestuosa! Del ala del céfiro,
Exhala el incienso de la primavera en flor.
Suaves murmuran los arroyos, las aves renuevan sus notas,
Y a través del aire su música entremezclada flota.

¡Por todo el cielo cuán hermosos tintes se despliegan!
Pero el Oeste se vanagloria del rojo más profundo:
Que así nuestros pechos brillen con cada virtud,
¡Los templos vivientes de nuestro Dios aquí abajo!

Llenos de la alabanza de él que da la luz
Y tira las cortinas negras de la noche,
Que plácidas duermevelas calmen cada mente agotada,
Para al alba despertar más celestiales, más refinadas;
Así las labores del día habrán de comenzar,
Más puras, más precavidas ante las trampas del pecado.

El cetro plomizo de la noche sella mis ojos somnolientos,
Cesa entonces, canción mía, hasta que la bella Aurora ascienda.




Fuente: ACSUN, Wikimedia, Culturanexos

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